FICCIÓN
Los Muñecos
Por Anne Bishop
El cursor de la computadora parpadea y me está retando porque yo no siento si no miedo de escribir y recordar lo sucedido. Conocí a Anya en la escuela, crecimos juntas, mi amiga era callada, pero me gustaba su compañía. De niña siempre iba a su casa a jugar a las muñecas y pasábamos tardes muy divertidas. Había un cuarto enfrente de la casa que siempre permanecía cerrado y no nos permitían entrar.
Aurora, la mamá de Anya, siempre tuvo un aire de mujer de otra época, con los vestidos largos y negros de encaje que siempre usaba. Tenía un semblante adusto, ojeras, su pelo recogido en un chongo, sus ojos eran fríos y tenían el color del invierno. Algunas veces la veíamos entrar a ese cuarto y no salir en horas, mientras nosotras jugábamos afuera en el patio. Yo escuchaba que hablaba, decía que los iba a acomodar y a limpiar, hacía largas conversaciones a solas porque no oía respuesta de nadie, solo risas de niños recién nacidos.
Recuerdo que por la ventana salía un olor a telas guardadas, a cartón, a polvo, a guisado del día. Pero cuando Aurora guardaba silencio, duraba horas ahí con la mirada perdida, muda, como si también se apagaran sus pensamientos. Un día antes de irme, la señora abrió la puerta del cuarto y con su sonrisa me invitó a pasar. Vi muchos estantes metálicos llenos de muñecos y objetos desconocidos. Me preguntó cuál me gustaba y no supe que decirle. Las miradas inmóviles y negras se posaron en mí. El miedo se apoderó de mi ser y sentí una necesidad de escapar de los ojos oscuros.
Anya salió corriendo a mi lado, pero se regresó. Cuando llegué al cerco escuché un golpe fuerte y a mi amiga gritar: "Ya despertaron". Me giré, vi a los muñecos parados en la ventana y a Aurora tirada en la puerta con un hilo de sangre escurriéndole de la cabeza.
Anne Bishop: Escritora nacida en Chartres, Francia. Estudió letras y ciencias ocultas, con maestría en tanatología. Sus padres son Camile Ritz y Rudolph Bishop. Perteneciente al grupo de escritores "Livre et Vin".